Hay innumerables cuentos que tienen como tema los números.
En este enlace encontraréis la selección hecha por Luis Daniel González, experto en literatura infantil y juvenil cuya página web es una verdadera enciclopedia:
https://www.bienvenidosalafiesta.com/index.php?mod=Notas&acc=Inicio&OtraSec=00000003XB
Malena Martín también ofrece en su página Aprendiendo Matemáticas una selección interesante:
https://aprendiendomatematicas.com/regala-libros-de-matematicas/
Entre estos cuentos podemos distinguir aquellos que hacen más énfasis en el conteo y otros que están pensados más bien para introducir o reforzar el aprendizaje de las grafìas y su asociación con la cantidad que representan.
Dentro de los primeros también distinguimos entre los que presentan los números cardinales y los que presentan ordinales.
NÚMEROS ORDINALES
Érase una liebre de Pascua introduce los siete primeros números ordinales al contar la historia de siete liebres hermanas que tienen que conseguir dejar los huevos de chocolate en el jardín de los niños sin que ningún obstáculo las detenga.
Siete ratones ciegos introduce también los siete primeros ordinales y además los siete días de la semana, mientras cuenta una fábula oriental bien conocida que contiene una importante reflexión.
Ser quinto es un álbum ilustrado clásico que con mucho suspense nos presenta el conteo hacia atrás de los cinco primeros números ordinales.
CONTAR HACIA ATRÁS
Poder contar hacia atrás es importante porque es la técnica que se utiliza para aprender a restar. Algunas historias bien conocidas nos presentan el conteo hacia atrás haciendo desaparecer progresivamente los elementos de un conjunto que al principio está completo. Es el caso de la canción popular de los los diez pequeños indios:
Otro ejemplo muy divertido lo encontramos en este álbum: Once damas atrevidas.
Y La cebra Camila también nos enseña a contar hacia atrás desde el siete. Siete son las lágrimas que vierte cuando el viento se lleva sus rayas, pero el número de lágrimas va disminuyendo progresivamente a medida que los amigos que se encuentra la van consolando.
CONTAR, REPETIR Y ACUMULAR
Hay una tipología de cuentos que, sin estar destinados específicamente a apoyar el aprendizaje de la numeración. pueden muy bien ser utilizados para ello. Se trata de cuentos con un desarrollo repetitivo o acumulativo.
Estos cuentos, muchas veces de origen tradicional, encajan además perfectamente en el rango de edad en que los niños empiezan a interesarse por la memorización de la secuencia numérica.
Otra ventaja, desde nuestro punto de vista, es que en estos cuentos los números y la numeración aparecen en un entorno que en principio no es matemático. Presentar los números no es el principal objetivo de estos cuentos y sin embargo, pueden servirnos para ello. Esto nos parece un ejemplo más de cómo las matemáticas y los números están insertos en tantos aspectos de nuestra vida aunque no sea evidente.
Hemos seleccionado algunos cuentos que nos sirven como ejemplo para contar con ellos.
El primero es El pequeño conejo blanco.
En este cuento un conejo llama a algunos amigos para que le ayuden a enfrentarse a una cabra que ha entrado en su casa y que no se quiere marchar. Cuando el niño ya conoce el cuento, podemos enumerar con él las veces que el conejito ha tenido que pedir ayuda a algún animal amigo hasta encontrar a quien le quiera ayudar. Será lo mismo que contar los animales que van apareciendo en el cuento.
Uno de nuestros cuentos favoritos, Los buenos amigos, nos permite hacer lo mismo preguntándonos esta vez en cuántas casas ha estado la zanahoria hasta volver a la casa del conejito.
Dentro de este tipo de cuentos nos parece especialmente adecuado A qué sabe la luna.
En la entrada de la semana pasada explicábamos que José Antonio Fernández Bravo aconsejaba la disposición en vertical cuando se introduce la numeración porque esta disposición favorece la percepción intuitiva de la idea de acumulación mejor que el agrupamiento horizontal.
DONDE CABEN N CABEN N + 1
A nosotras nos gusta especialmente un cuento titulado ¿Queda sitio para mí?
Se trata de un cuento de invierno en el que varios animales del bosque van entrando sucesivamente a cobijarse en el guante que un leñador que pasaba por allí ha perdido en la nieve.
Lo hermoso del cuento es que el guante es pequeño, pero se va haciendo más y más grande a medida que van entrando más animales cada vez más voluminosos, de manera que siempre queda sitio para uno más.
Existen diferentes versiones de esta historia que tiene una base tradicional. Nos ha hecho mucha ilusión encontrar una de esas versiones mencionada y comentada en el libro Y me llevo una, de Jose Ángel Murcia.
Para hacer una maravillosa reflexión sobre los números y el infinito, el autor ha escogido un cuento de Gianni Rodari titulado “La casa de Tres Botones”. El fundamento de este cuento es el mismo que el de “¿Queda sitio para mí?”, aunque con otros protagonistas. En este caso un carpintero muy pobre llamado Tres Botones se construye una casita con ruedas. Aunque la casa es muy pequeña, a lo largo de una noche de tormenta va a servir de refugio para todos aquellos que llaman a la puerta buscando cobijo, incluido al final el rey de ese país con su caballo y todo.
José Ángel Murcia considera que el leit –motiv de esta historia, que no es otro que “donde caben tantos cabe uno más …”, es el mismo principio que genera los números naturales. Estos se forman a partir de la regla de inducción: partiendo de un primer elemento se obtienen todos los siguientes añadiendo uno cada vez. Este principio implica y explica que los números naturales sean infinitos pues a cualquier número, aunque sea el más grande que puedas imaginar, siempre le puedes añadir uno.
Y, desde nuestro punto de vista, esto también tiene mucho que ver con lo infinitesimal. Es decir, con el hecho de que por muy pequeño que sea un número, o una magnitud, siempre se puede dividir para hacerla más pequeña. Un ejemplo de esto lo tenemos en los números decimales. Cada vez que pasamos de un orden de unidades decimales a la siguiente estamos dividiendo cada unidad en diez pedazos cada vez más pequeñitos. Lo podemos comprender con la imagen de una regla de medir.
Tenemos un metro dividido en cien centímetros, y cada centímetro dividido en diez milímetros. Si nos acercamos al fragmento que es un milímetro con una lupa podemos imaginar lo diminuto que sería una décima porción de milímetro pero ya no conseguiremos ver la siguiente partición. Sin embargo, podemos imaginarla si utilizamos imágenes ampliadas progresivamente.
¿No os parece que esto tiene una semejanza con el guante del cazador o con la casa de Tres Botones, que también se van haciendo más grandes a medida que más seres entran a cobijarse en ellos? Pensar que entre el cero y el uno caben infinitos números nos sorprende, como tantos otros hechos matemáticos. Esta vez, sin embargo, para comprenderlo no vamos a recurrir a un razonamiento matemático. Nos gusta más la explicación que nos da José Ángel Murcia:
“la casa estaba hecha con el corazón
y en el corazón siempre hay espacio
para uno más”.
¡Hasta la semana que viene!
Dejar un comentario